lunes, 13 de julio de 2009

El paredón



Debería haber un ritual para nacer dos veces…
Silvia Plath

Cuando se abrió la reja de la celda, yo ya estaba muerto de miedo. Había oído decir que si abrían tu celda a las tres de la mañana no volvías a ver cómo la cerraban.

-Levántate hijo de puta, que te vamos a fusilar.
Es duro descubrir que no tienes vocación de héroe ni de mártir, cuando ya estás metido entre las patas de los caballos. Y comienzan a patearte. Y te pinchan con las puntas de las bayonetas. Y las costillas se te rompen como galleticas de sal socatas. Y escupes muecas tintas en sangre. Y un par de dientes saltan de tu boca. Y eres un feto, que se niega a salir de aquel útero húmedo y apestoso, con sus paredes de piedras coloniales. Y Mallarmé te susurra sus versos de opio y alcohol sobre la tumba de Poe:

Si nuestra idea hostil a la nube y al suelo
con ambos en la tumba de Poe no esculpe, oh, duelo,
y en un bajorrelieve guirnaldas no coloca,
granito aquí clavado por un desastre oscuro,
de la Blasfemia al menos que un límite esta rocamar
que a los vuelos negros sueltos en el futuro.

A golpe limpio me sacaron al patio, con los ojos vendados y en compañía de las ofensas de moda: burgués, mariconcito, católico, pervertido…Y sentí lástima por aquellos muchachos que, de tanto hacerlo, disfrutaban torturar la fragilidad de los cuerpos apresados en un tétrico episodio de la historia, bajo la eufórica influencia de la lógica victoriosa de los plebeyos que, obsesionados con la idea de matar con rabia a los vencidos en medio de ambientes lúgubres, pretenden arrebatarle a la víctima lo único que puede darse el lujo de conservar: la dignidad. Cuando el motor del camión dominó la banda sonora de aquella escena y las luces me dieron en la cara, pasó por mi cabeza la consoladora idea de que aquella iba a ser una noche orgiástica, y que no iba a morir solo.
Cuando me quitaron la venda de los ojos y pude ver al camión dar la vuelta e iluminar al palo de la muerte, supe que estaba equivocado.

¡Pelotón!... ¡Apunten!... ¡Fuego!

La descarga fue fulminante.

A golpe limpio me regresaron a la celda, con los ojos inyectados de sangre y acompañado de un silencio grueso que me mordía con saña, hasta convertirme en un espectro indiferente. Y sentí odio por aquellos muchachos. Y otra vez fui un feto negándose a nacer dos veces. Y no pude llorar la muerte de mi hermano Lolo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Freud tiene un librito, "Lo siniestro", en que se advierten algunos de los elementos que conforman este bello escrito.

La fantasía intrauterina, en que se encuadra la presencia del feto, y el doble (el hermano) que se anuncia como ángel de la muerte.

pepitogrillo

El tiranicida dijo...

Bueno, Pepito Grillo, muy interesante las claves que usted descubre, esos paralelismos que halla entre "Lo siniestro" y mi modesto relato.
Raúl Dopico